"Fue una estupidez", arranca Roberto, de 25 años. Su camisa blanca, sus zapatillas impecables y sus gestos son los de un "chico ganador". El quiere verse bien. Estuvo en el infierno y ahora sonríe rodeado de otros jóvenes como él, que lo escuchan atentos. "Pensaba que yo no era nadie", apunta. Y su memoria se clava justo cuando tenía 13 años. "Un primo había comenzado a drogarse y toda la familia estaba pendiente de él. Creí que si hacía lo mismo conseguiría que se preocuparan por mí", relata.
"Estoy saliendo -asegura-, pero no es fácil sostener el no consumo". Comenzó con marihuana y pastillas. Después vino la cocaína. Probó de todo. Pero no deja margen para la duda cuando asegura que la sustancia que produjo en él la mayor adicción, y por la cual tuvo que buscar ayuda, es el residuo de la pasta base de cocaína, más conocido como "paco". "Sólo por hoy no usé drogas", aclara el muchacho. Esta es la filosofía con la que intentan recuperarse los jóvenes como él en el grupo Narcóticos Anónimos. Trabaja con los métodos de Alcohólicos Anónimos, basados en los grupos de autoayuda.
Es libre, gratuito y confidencial. Por ello recibe cada vez más adictos. La falta de sitios para internar y asistir pacientes en la provincia le dio protagonismo. "Cuando decidí buscar ayuda no había lugar para internarme, así que vine aquí hasta que saliera algo. La verdad, este grupo me salvó la vida", reconoce.
Sufrió mucho. "Cuando consumía, mi cuerpo necesitaba cada vez cosas más fuertes. Recuerdo un día que no podría parar de temblar. Después tuve una sobredosis. No podía parar. Lo único que quería era hacerme daño", explica. Cuando llegó a "Narcóticos Anónimos" ni siquiera le salían palabras. "Había dejado de existir", admite.
Entender y querer
Jorge M., también integrante de Narcóticos Anónimos, resume el trabajo que realizan: "nos juntamos para ayudarnos a permanecer lejos de las drogas, para entendernos, para querernos". No hay alguien que dirija los grupos ni coordinadores. Todos (los que llevan varios años en la terapia y los que acaban de entrar) tienen la misma función: salir de las adicciones y ayudar a sus pares a hacer lo mismo.
La edad de los que buscan ayuda en Narcóticos Anónimos baja cada vez más. "Vemos que se acelera mucho el proceso de deterioro de los chicos por el tipo de sustancias que consumen", explica Patricio, de 50 años. Los jóvenes son a los que más les cuesta mantenerse en el grupo. "Son muy arriesgados y vemos que no les importan las consecuencias. Nos preocupa el camino que eligen cada vez más chicos sin saber el costo que deberán pagar, sin saber que los que ingresamos al mundo de las drogas tenemos todos el mismo final: la cárcel, el hospital o la muerte", resume.
Las reuniones se realizan todos los días: lunes, miércoles y viernes a las 7.30 y a las 16, y los martes y jueves a las 20, en San Martín al 500. Los sábados, de 19.30 a 21.30, y los domingos a las 11. Como una forma de hacer prevención, los integrantes de Narcóticos Anónimos permiten al público en general poder escuchar sus debates de los lunes a las 16. Sostienen que los testimonios pueden ser más que enriquecedores para los padres y para los adolescentes.
Hay palabras que parecen simples e insignificantes. Y, sin embargo, se cargan de sentido en esta sala de reunión en la que un joven cualquiera ubicado en medio de una ronda, no importa su clase ni condición social, llora porque durante su niñez su papá nunca lo fue a ver al club en el que jugaba fútbol. Y su compañero de silla confiesa que un día quiso contarle a su mamá que se sentía mal por haber probado drogas, pero que ella "le cerró la puerta" antes de que él pudiera decirle. Reflexiona: "siempre tenía cosas más importantes".